martes, 26 de abril de 2011

SEA USTED POLÍTICAMENTE INCORRECTO. PREGÚNTEME CÓMO

España es muy de tertulias. Muy de opinar. Muy de pegar puñetazos encima de la mesa. Muy de casi todo.

En España casi siempre se ha opinado a base de hostias. Ahora también, pero menos.

En España hay opinadores profesionales. Gente que cobra por decir lo suyo. A veces se reúnen todos (no forzosamente en el mismo sitio) y opinan lo mismo: le hacen bukkakes a la veracidad pero da igual. Es divertido. Además, a veces permiten que el pueblo se exprese y caramba, para los españoles eso es como descender del monte Sinaí con las tablas y todo eso.



Cuando yo era pequeño las cartas al director de los periódicos servían para quejarse de que una calle de Barcelona estaba llena de mierdas de perro o de que te habían dado mal el cambio en un bar de Plaza Cataluña. Ahora uno lee esa sección y le parece que está leyendo los diarios de Azaña, por lo menos. Si todos estos columnistas aficionados hubiesen vivido en el Washington de los años 60 Nixon no hubiera llegado ni a las primarias.

Un concepto que se trae y se lleva mucho entre los opinadores (profesionales o no) es el de la incorrección política. También entre los políticos pero bueno, entre éstos se lleva todo. Ahora todo el mundo es o quiere ser políticamente incorrecto. Te da un aura, una pátina. Me gustaría poder escribir un ensayo sobre la incorrección política pero no tengo la talla intelectual de un Pierre Bourdieu o de un Enric Sopena (Not!) como para acometer semejante empresa. Así que lo despacharé aquí, como pueda y rapidito. Yo también opino, qué pasa.


Como casi todo, lo de la incorrección y la corrección políticas es una cuestión relativa y de perspectivas. Depende de quién lo diga y de cuál sea su bando ideológico podemos atribuirle el carácter (siempre subjetivo) de ser correcto o incorrecto políticamente. Lo que sí podemos distinguir con cierta claridad son las derivas del concepto, sus extremos, sus exacerbaciones, vaya. La incorrección política, por ejemplo, puede orillarse hacia lo fascistón, hacia la sociopatía o hacia las dos cosas. La corrección, por otro lado, puede orillarse hacia lo gazmoño o convertirse en tabú. El tema se complica cuando se comprueba que, en ocasiones, lo políticamente correcto es lo políticamente incorrecto y viceversa. Ahora no voy a explicarlo porque, insisto, no soy Bourdieu ni tertuliano de la noria.

Cuando Carlos Dávila, director de La Gaceta, se refirió a Boris Izaguirre como un "abreculos que en cualquier otro país estaría viviendo en la clandestinidad" estaba siendo políticamente incorrecto, pero también se acababa de convertir en la síntesis de Stalin y Travis Bickle.

Leire Pajín pronunció en un encuentro aquello de "Si me permitis la expresión, el PIB es masculino, claramente masculino y por tanto el cambio estará en el momento en que las decisiones importantes estén tomadas por las mujeres". En la frase podemos apreciar la segunda desviación de la corrección política, la forja del tabú (la supuestamente indubitada verdad de que las mujeres gobiernan mejor que los hombres) unida a algo nuevo y refrescante que nos ofrece Leire, su inanidad mental.




Para finalizar, unos diálogos inventados:

Diálogo 1


-Mi hija está saliendo con un subsahariano.

-Hombre, yo diría más bien que el chico es negro y nacido en Algete.

-Da igual, es subsahariano.


Diálogo 2


-¿Así que usted cree que los judíos quieren destruir el mundo y por esta razón rodaron el Holocausto en los estudios de la Warner Brothers?

-Claro, todo es un montaje. No hubo Holocausto. Como mucho murieron ocho de ellos en Auschwitz, que todo el mundo sabe que era un balneario. Murieron de gastroenteritis, además.

-Es usted horrible, ¿sabe?

-No. Lo que soy es políticamente incorrecto.


Diálogo 3

-En la Iglesia católica todos son pederastas.

-Hombre, todos todos no serán, ¿no?

-¿Te das cuenta de lo políticamente correcto que eres?









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